El libro que hoy he terminado de leer, "El jinete del silencio, de Gonzalo Giner, tiene algunos pasajes preciosos. El siguiente es uno de ellos.
Camilo a Yago: "El corazón se puede llenar de más cosas... Y si no fíjate en mí: el mío nunca lo ha ocupado una mujer y no he sido desgraciado por ello. El amor también está en lo que haces, en tu gente, en aquellos logros que vas alcanzando, o en quienes te ayudan a conseguirlos. Incluso está también en los que te han herido cuando se les perdona, y por supuesto el amor está en Dios. Yago, busca la felicidad en todo lo que sencillamente te ha tocado ser y vivir. No ansíes lo que no se te ha dado, pues si lo haces te hará sufrir. Disfruta de tus sueños, de lo que emprendas, respires, vivas o sientas".
Pero el final es especialmente bonito, emocionante. Éstas son las palabras que Yago dirige a Dios para despedirse de su "padre", Camilo:
"Si quieres ya puedes llevarte el alma de este hijo tuyo, de Camilo. Déjalo cabalgar por las nubes de tu cielo y ponle un órgano para que pueda alegrar tus días. Pero hazme un único favor; reserva una ventana para que de vez en cuando pueda mirarme, y siga protegiéndome desde allí. Porque lo necesito, como también debes de necesitarlo tú, pero yo por un importante motivo que sé que entenderás; porque es mi padre.
Con el cierre de los últimos acordes de la melodía, el alma de Camilo ascendió arrastrada en sus notas, hasta alcanzar un lugar en lo más alto, donde lo esperaba su Señor".
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario