T'estimo, Hugo.
Mi hijo, Hugo, no es que sea la persona más importante para mí, en quien pienso las 24 horas del día, al ir a dormir y al despertar por la mañana, de quien estoy muy orgulloso, por quien lo daría todo… ¡Es todo eso y mucho más! Es la pasión de mi vida.
Si el corazón me mantiene vivo, él es la energía que lo hace palpitar.
Es la orden que recibe mi cerebro para poner al resto del cuerpo a funcionar, para que no deje nunca de hacerlo y poder estar siempre a su lado, vivo, sano.
Sé qué es perder a tu padre y no quiero que él sienta eso, esa ausencia permanente, ese vacío imposible de llenar, ese detalle que, hagas lo que hagas, te impide ser 100 por 100 feliz. Tengas la edad que tengas.
Pensé que no era posible querer tanto a nadie como a tu padre y tu madre… hasta que nació él. Hasta que vi su cara por primera vez. Hasta que sus deditos de bebé rozaron los míos. Hasta que sus ojos me miraron. Hasta que, un día, dijo “papá”…
En la vida hay otras personas como la pareja, la familia, los amigos, etc. Pero nada, NADA, es equiparable a pasar un segundo a su lado, a verlo durante un instante siquiera a través del cristal de la puerta de su clase, en el colegio, o a presenciar una acción suya durante un partido de fútbol. Cualquier chut, cualquier salto, el más mínimo gesto… son inolvidables, maravillosos.
Ojalá pueda estar siempre a su lado, tan cerca o tan lejos como él me necesite, para ser testigo orgulloso de toda su vida. Ojalá su existencia y la mía acabaran a la vez, cuando él sea ya viejito, para nunca llorar su pérdida ni causarle ningún dolor con la mía. Para ello alargaré mi presencia en el mundo hasta el infinito si es necesario.
T'estimo, Hugo, molt, moltíssim, hasta el infinito y más allá, para arriba y para abajo, a la izquierda y a la derecha, delante y detrás… Lo sabes y te lo recordaré continuamente para que crezcas siempre con esa certeza.
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