Mamá, días como el de ayer me ayudan a recordar que te debo
la vida. Siempre has sido la persona más
importante de mi vida. Lo fuiste ya antes de nacer, cuando vivía unido a ti y
tu comida era mi comida, mi oxígeno el tuyo. También lo fuiste cuando abrí mis
ojos al mundo. Tu voz y tu tacto fueron las primeras sensaciones que tuve al
nacer. La seguridad y el afecto que tus palabras y caricias me transmitieron fueron
los primeros sentimientos que tuve aquel lejano 13 de septiembre. Desde entonces
nunca he dejado de sentirlos, aunque de tu mano descubriera otras muchas
sensaciones. Por eso querría demostrarte cada día, y no sólo una vez al año, mi
agradecimiento, admiración y amor.
¡Te quiero!
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