"...intentando dormir su dolor acunándolo..."
"Pero esta vez se trataba de una clase distinta de silencio. Él seguía enlazándola con el brazo, aunque se le había quedado dormido hacía tiempo, y ella apoyaba su mano izquierda, con los dedos extendidos, en el muslo de él, en una especie de ofrenda de amor".
"Él le apretó tan fuertemente la mano que fue como si sus carnes se hubieran fundido en una sola, de tal modo que hasta el propio Dios hubiera tenido dificultades para separarlas".
"Se sentaron sobre la nieve, cogidos de la mano, y él sintió deseos de hacer perdurable aquel momento, colocárselo bajo la lengua como un trozo de duro caramelo que hubiera de ser paladeado largamente y a hurtadillas".
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